domingo, 15 de febrero de 2009

Omán

El Sultanato de Omán es el estado que se encuentra en el extremo este de la península arábica, limitando con Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudí y Yemen. Como tantos otros estados de la zona, su historia se resume en siglos de luchas entre poderosas familias, conquistas y reconquistas. En 1891 el Sultanato se convirtió en protectorado británico, ganando su independencia en 1951. Finalmente, en 1970 Qaboos bin Said derroca a su padre y establece el Sultanato de Omán.

El viaje desde Riad hasta Muscat (Mascate en castellano, pero me suena tan raro que no utilizaré este nombre) lleva dos horas y quince minutos. La compañía Oman Air ofrece vuelos los Martes y Sábados de cada semana. En el mismo aeropuerto se puede adquirir el visado por el módico precio de quince euros, aunque yo lo saqué por unos doce euros al cambio pagando con divisa saudita, es decir, que aplican el cambio que les da la gana.

La capital del país es una pequeña ciudad de barrios desperdigados por toda la costa. Su centro administrativo se encuentra en una bonita zona muy cuidada, llena de jardines y rodeada de dos fortalezas.











A poca distancia del centro administrativo se encuentra el principal núcleo de la ciudad, Matra, que cuenta con un importante puerto y que es visitado por numerosos turistas para recorrer las callejuelas de su mercadillo tradicional (el 'souk').

A las afueras de la ciudad se encuentra la reciente Gran Mezquita del Sultán Qaboos, una visita obligada para contemplar la grandiosidad del edificio, que se puede visitar la mayoría de los días. Eso sí, conviene recordar que las mujeres deben llevar pañuelo atado a la cabeza y que tanto hombres como mujeres no pueden llevar pantalones cortos ni hombros al aire.

Tras este breve resumen vale decir que basta un solo día para visitar los principales atractivos de la capital omanita. Lo más interesante del país se encuentra a cientos de kilómetros en el desierto o bien a lo largo de los kilómetros de costa que rodean el país.

Empezando por el desierto, el fin de semana aprovechamos para hacer una escapada al campamento de Wahiba Sands, que a unos 300 km de la capital te ofrece la posibilidad de pasar una noche en una choza en el desierto, rodeado de dunas de fina arena y disfrutando del silencio, del cielo estrellado y una cena + música + shisha en la jaima. Conviene aprovechar la oportunidad para alquilar los servicios de un conductor profesional que durante 30 minutos te puede dar una vuelta a toda velocidad por las dunas del desierto en un destartalado 4x4, con subidas y bajadas por las dunas que te harán que intentes agarrarte al asiento como mejor puedas.

Otra de las visitas obligadas en Omán es adentrarse en uno de los numerosos Wadis, que es como se conoce a los barrancos escavados en la roca por ríos que se encuentran secos en la mayor parte del año y que arrastran grandes riadas en las pocas ocasiones en las que la lluvia hace acto de presencia. Algunos de estos Wadis cuentan con agua más frecuentemente y una especie de oasis puede ser visitardo en cualquier época del año.


Además de todos los paisajes que contemplamos, lo mejor de mi viaje a Omán fue el curso de submarinismo que realicé junto con mis amigos, la verdad es que he descubierto una actividad de lo más apasionante. Da la casualidad que nuestro profesor era un saudita que a los 20 años emigró a Omán para poder vivir con más libertad y prosperidad. Como ya nos habíamos empollado toda la teoría, el curso se organizó en tres días con las siguientes prácticas:
primer día en piscina, aprendiendo a manejar y comprobar el equipo, a moverte por el agua y a realizar maniobras básicas
segundo día en la playa, bajando hasta los doce metros de profundidad
el tercer día nos llevaron en un bote a un islote donde bajamos hasta los quince metros de profundidad

Durante los dos días que estuvimos en el mar, además de seguir practicando ejercicios como limpiarte las gafas, quitarte y ponerte tu chaleco o tus pesos, simular que te quedas sin aire en la botella y respirar con la botella de tu compañero o practicar la subida a superficie, también tuvimos la oportunidad de observar la flora y fauna local, entre las que destacan:
  1. los innumerables erizos de mar que hicieron que tuviésemos que mirar el suelo con mil ojos antes de aposentarnos en el fondo marino
  2. cientos de peces de distintos colores, tamaños y formas
  3. unas cuantas morenas que nos miraban con cara de miedo mientras enseñaban sus afilados dientes
  4. una raya camuflada en el fondo del mar que salió pitando al notar nuestra presencia
  5. un banco de pequeñas barracudas
Una pena que el profesor olvidara llevarse la cámara subacuática el último día. Desde luego, tendré que continuar con mi formación como submarinista y tal y como el profe me recomendó, no puedo dejar pasar la oportunidad para bucear en el Mar Rojo, que es para muchos el mejor lugar del mundo para la práctica de esta actividad.

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